jueves, 11 de septiembre de 2008

De nuevo, hablemos de racismo (II parte)

Por Miguel A. García Puñales
II- Manipulación política e intrusismo analítico

Volvamos sobre nuestros pasos e intentemos sin encasillamientos extremos un análisis pausado sobre la situación actual de la discriminación en nuestro país.

No voy a remitirme de forma extensa al método histórico, pues ha sido utilizado en numerosas publicaciones, conferencias, charlas etc. por todos los que sobre el tema hemos opinado.

Si bien el curioso lector que quiera profundizar en él, nunca espere encontrar criterios mas o menos uniformes entre los diferentes analistas, ni tan siquiera en el tratamiento de la hechología concreta vinculada al tema.

Sólo para citar un ejemplo; la cantidad real de muertos durante la represión al levantamiento del general Evaristo Estenoz en 1912, nunca ha podido ser precisada con certeza, sólo se dispone de despachos de prensa y alguna declaración oficial muy nebulosa. Según sea el expositor se atendrá a una cifra u a otra en dependencia de su línea argumental.

Igual o aún peor ocurre con el tratamiento del tema referido a las políticas de la actual dictadura. Coincidiendo peligrosamente con las nuevas prácticas de manipulación social del gobierno cubano, algunos analistas del patio y algunos estudiosos extranjeros, pretenden endosar una parte importante de las causas de la marginalidad de algunos sectores raciales a su discriminación actual por la parte “blanca” de la sociedad.

Un primer problema a la hora de endosar las conclusiones analíticas, sigue consistiendo en la adjudicación de la categoría racial “negro” a un enorme espectro de fenotipos raciales, muchos de los cuales siendo mestizos no se identifican a sí mismos –auto imagen consolidada- como miembros de la raza negra.

Usualmente, los analistas pecan al brindar una visión europeizante sobre las gradaciones del color de la piel. Es común en tierra ibera que se haga referencia a todas las mezclas donde participe la raza negra como “negros” o incluso “negritos” cuando les da por minimizar lo que pueden considerar equívocamente como una ofensa.

En próximos artículos haremos referencia a cómo en una sociedad europea que se auto reconoce a sí misma como antirracista y donde cualquier manifestación formal de discriminación racial es considerada punible; Es común la práctica de un profundo racismo, fehacientemente asentado en la mentalidad de una parte importante de la población.

Y es que el fenómeno racista es una deformación de la individualidad psicológica antes y después que social, pero con manifestaciones sociales tan mimetizadas que son capaces de convertir la ley en papel mojado, incluso ante la voluntad inequívoca de las autoridades por hacerla cumplir.

Es hora entonces de volver sobre las conclusiones de la mesa redonda sobre racismo en el pasado Congreso de la Cultura Cubana efectuado en Madrid, referenciadas en la primera parte de este ensayo. Lo haremos sin seguir su orden original para facilitar lo que exponemos. Conclusión segunda; -Su eliminación (del racismo) requiere de legislaciones específicas.

Para comodidad del lector hemos intentado resumir esquemáticamente los diferentes cuerpos legales cubanos con relación al tema de las razas:

Cuba. Cuerpos legales que han abordado el tema racial
Constitución de 1901

• No recoge referencias específicas a la igualdad de razas entre los cubanos, sólo referencias a la no existencia de privilegios o fueros. Sin instrumentación de leyes específicas al respecto.

Constitución de 1940

• Artículo 20: “Se considera punible toda discriminación por motivo de sexo, raza, color o clase y cualquiera otra lesiva a la dignidad humana”

Código de Defensa Social

• No recoge ningún artículo referente a la instrumentación del mandato constitucional en este tema.

Constitución Totalitaria de 1976

• Artículo 42: "La discriminación por motivo de raza, color de la piel, sexo, origen nacional, creencia religiosa y cualquier otra lesiva a la dignidad humana, está proscrita y es sancionada por la ley".

Código Penal (ley 62)

• Artículo 295: “ sanción de seis meses a dos años de privación de libertad o multa de 200 a 500 cuotas, o ambas, al que discrimine a otra persona o incite a la discriminación o difunda ideas basadas en la superioridad u odio racial o cometa actos de violencia o incite a cometerlos contra cualquier raza o grupo de personas de otro color u origen étnico”

Como puede observarse a simple vista -y verificarse si se desea con la consulta de todos los textos legales emitidos al efecto-, ha sido el gobierno totalitario y no otro el que más preceptos legales ha legislado con relación al tema racial.

Coincide sin embargo el común de los analistas al afirmar que la exacerbación del debate sobre la discriminación racial a partir de 1959, tuvo objetivos políticos bien delimitados para el gobierno comunista;

Primero: presentar la situación republicana que le antecedió como caótica en términos de discriminación racial, instituyéndose como la verdadera solución definitiva del asunto... y

Segundo: ganar el apoyo de negros y mestizos a los que se les presentó la dictadura como su valedora social.

Eso explica consecuentemente por qué, -sumado a la propaganda sobre el estado de la segregación racial en los Estados Unidos-, la emigración y el exilio cubano se nutrieron mayoritariamente de blancos, al menos hasta 1980.

Y es precisamente ese, uno de los argumentos que se manejan a la hora de referirse a la penosa situación socio-económica de este sector de la etnia cubana; las relativamente bajas tasas de cubanos de la raza negra que se benefician de las remesas familiares procedentes del extranjero.

Es una serpiente que se muerde la cola y que es manipulada por la oportunista clase gobernante del país. Afirmar que los negros se encuentran discriminados por el hecho de que reciben menos cantidades de remesas familiares es un disparate; que oí con asombro repetir, incluso, a miembros de la mesa que debatió el tema en el Congreso.

Es como mucho, la constatación de una realidad económica que pesa sobre un sector de la población, dados sus escasos vínculos familiares con el exilio.

Y es ante todo la consecuencia normal de la política de un gobierno que ofrecía a una parte de la población, -con su habitual estilo populista-, beneficios que en la práctica no materializó, o si lo hizo fue durante un tiempo limitado y con un costo social impagable, las guerras de África, por ejemplo.

Pero es no sólo un inmenso disparate -de tremendo peligro social además-argumentar de forma categórica que los negros son discriminados por los blancos en los beneficios sociales y en los puestos de trabajo no vinculados al capitalismo de estado.

Ocurre, eso sí, con el acceso a las estructuras del verdadero poder político del país y ha estado ocurriendo con el acceso a las áreas dolarizadas, en especial la alta dirección de la nueva empresa capitalista estatal y en parte a los puestos de trabajo subalternos en esos mismos renglones económicos.

Con lo cual puede llegarse a la conclusión, que siendo el estado el único empleador, es entonces el estado el que puede ser acusado de racista y esto ya no cae dentro del universo de la psiquis individual de cada cubano, sino en la estructura de pensamiento político de la clase en el poder, que se salta su propia ley cuando lo considera pertinente. Ejemplos de esta última afirmación se cuentan por miles.

Es falso como se afirma que el color de la piel limitara el acceso a los diferentes puestos de trabajo y profesiones –exceptuando las áreas anteriormente mencionadas- y defender esa tesis desde dentro o desde fuera del país, no sólo permite el intrusismo de analistas malamente informados sino que además en aras de criticar a un estado despótico, se le hace el juego.

En realidad los muros de contención social, representativos de una sociedad con educación elitista en el orden racial, hace mucho se perdieron; negros, blancos y mestizos han convivido juntos en los internados escolares, compartido aula, mesa y en muchos casos cama. Así se educó el actual 80% de la población de la Isla. Eso es tan cierto como el hecho de que la nivelación de barracón perseguía fines más sofisticados; “la educación ideológica de las nuevas generaciones”, sobre la que se fundamenta el relevo generacional de apoyo a los totalitarismos.

De cualquier raza y condición son los médicos, profesores, maestros, enfermeros, ingenieros, veterinarios y también de cualquier raza y condición los trabajadores manuales, vendedores ambulantes y buscavidas que integran la inmensa mayoría de la población.

La publicitación a principios de 2003 de los “resultados” de investigaciones especializadas sobre el tema, encargadas por el Consejo de Estado a la Academia de Ciencias, la utilización por Castro de esos resultados para largar discursos despotricando sobre la situación de marginalidad de los negros, por supuesto que achacándola a actitudes individuales y la repercusión que esto tuvo en la prensa, no sólo nacional, también extranjera, permite comprender por qué los resultados estadísticos sobre composición racial de la población cubana han sido causa constante de elucubraciones.

Nadie es profeta en su tierra, sobre todo si esa tierra es Cuba. Las constantes citas de los estudiosos del tema al sociólogo sudafricano Richard Segal o al etnólogo suizo Jean Ziegler, no tienen más valor que el aporte de las hipotéticas cifras sobre la composición racial cubana que ambos estudiosos estiman en sus trabajos.

Parten del esquema clásico que ignora a la cubanidad como etnia e intentan la agrupación racial de la población nacional en los cuatro estamentos tradicionales, ignorando incluso el estamento supuestamente asiático. A continuación mostramos un resumen comparativo que ejemplifica nuestra afirmación.



Razas en Cuba, según autor y estimaciones porcentuales Según autor Negro Blanco Mestizo Otras
Richard Segal (Sudáfrica) 55 30 15 No Estimado
Jean Ziegler (Suiza) 30 35 35 No Estimado
Inv. cruzadas (Cuba) 30 30 39 1

Fuentes: Autores citados

Como es perfectamente perceptible, el segundo de los autores es el que más se acerca a la cuantificación formal considerada como probable en la Isla. Sin embargo entre ellas existen diferencias notables.

Mientras que los investigadores de Cuba, agrupan los diferentes fenotipos en cuatro líneas raciales más o menos definidas, pero reconociendo que esta agrupación es sólo formal, los analistas extranjeros intentan abordar la problemática desde ópticas clásicas o incluso desde sus experiencias extrapoladas. De ahí que se refieran durante todo el tiempo a los “afro-cubanos”, ignorando que la etnia cubana incorpora el elemento afro con independencia del color de la piel de sus integrantes, de la misma forma que incorpora las demás fuentes de la formación étnica.

Cuando el investigador sudafricano se refiere a un supuesto 55% de la población negra, ¿Se está refiriendo sólo a negros o por el contrario utiliza esa definición racial para identificar dentro de ella a determinados fenotipos mestizos?. Evidentemente calcular la población mestiza sólo en el orden de un 15 % es, incluso empíricamente, un disparate.

Más acertada en el cálculo, la estimación del Suizo adolece de defectos similares, pero esta vez por exceso de la estimación de blancos; es necesario recordar que ambos han carecido de trabajos de campo, sólo ofrecen datos a partir de estimaciones teóricas.

De esta forma, en vez de estudiarse el grado de marginalidad de la población cubana y dentro de esta, la pertinencia o no de determinados grupos raciales, se da por sentada una marginalidad socio-económica de origen racial.

Los niveles socio-económicos reales de la población cubana, se encuentran lo suficientemente homogenizados por la miseria imperante de los últimos 45 años, que es verdaderamente criminal el intento de desviar una previsible explosión de violencia social hacia resentimientos raciales.

Los analistas extranjeros y algunos nacionales, gustan agrupar a negros y mestizos en una misma categoría “racial”, tanto más artificial, cuanto es entre los miembros del estamento mestizo que mayor margen estadístico se encuentra entre el fenotipo físico y la imagen que de sí mismos tienen sus integrantes.

Es clásico de las naciones que basan su etnia en diferentes razas, que el proceso de integración multirracial se manifieste a través de contracturas más o menos importantes de auto imagen sobre todo en aquél segmento de la población que mezcla orígenes raciales diferentes.

La contradicción psicológica del mestizo que intenta su inserción dentro de una sociedad elitista de blancos ha sido tema incluso de las mejores obras de nuestra literatura costumbrista del siglo XIX. De esa fecha a nuestros días se ha producido una mezcla tal en la población, que una parte importante de esta se concibe a sí misma como “blanca” siendo racialmente mestiza y esa sí es una fuente importante de racismo avecindada en el nivel psicológico de una parte de la sociedad.

No existe probablemente otro pueblo del planeta –y a las estadísticas demográficas me remito- que partiendo de una población mayoritariamente blanca, haya llegado a tal punto de mestizaje y en tan breve tiempo como la cubana.

El arrastre social de la esclavitud, no ha sido solucionado íntegramente en ningún país del planeta y aún espera hipotéticamente por la asunción de responsabilidad con ese gran genocidio, que a no dudarlo tienen las naciones europeas y los capitales criollos levantados con tamaña explotación.

Ningún proceso de otorgamiento de la libertad a las masas de esclavos, fue acompañado en su momento del suministro de los medios económicos para su establecimiento como hombres libres, mucho menos en Cuba, que fue además del último país del continente en alcanzar la libertad de sus esclavos, los que menos recursos tenían en manos nacionales al lograr la independencia – a diferencia de lo que existía en el momento del primer levantamiento armado de 1868- fruto de la acumulación colonial y de las expropiaciones en época de guerra.

Es pues una masa marginal que en el relativamente corto período de un siglo –cuatro generaciones- no ha podido superar esa condición, mas que por una vía probadamente efectiva; mezclándose con otras razas en mejor posición socio-económica.

Cada matrimonio mixto facilitó una descendencia con alguna mejora social, como lo demuestran los datos socio-demográficos. Si a eso añadimos la declarada política de “blanqueamiento” de la población en los primeros años de la república –con casi un millón de inmigrantes españoles en menos de 20 años, para una población residente inicial de poco menos de millón y medio de habitantes- tendremos un mosaico, donde las diferencias de la pigmentación de la piel van desapareciendo paulatinamente, por la más expedita de las vías: la mezcla, que partiendo de concepciones racistas, -incorporada también por los discriminados- perdura hasta nuestros días.

De la misma forma que ciertas actitudes de desprecio por el trabajo achacadas tradicionalmente a la raza negra, han de buscarse en la degradante práctica de la esclavitud y su secuela urbana, -la que Don Fernando Ortiz describiera en sus estudios como “el negro curro”-, tampoco estas son actitudes que identifiquen a una raza, mas que por la mayoritaria pertenencia de esta raza a los estratos marginales.

Desde los tiempos clásicos se conoce de la baja productividad y rechazo al trabajo por los hombres que no pueden ejercerlo de forma libre. En ese aspecto la “revolución” ha igualado a todas las razas, asunto este que no llegan a entender a derechas muchos de los inversionistas extranjeros en Cuba a los que se les suele oír quejándose de la baja productividad del cubano.

Lo que en numerosas naciones de asocia a prácticas vinculantes a un entorno racial, no son más que actitudes derivadas de la marginalidad impuesta por la misma sociedad, con una alta carga de exclusión social, aderezadas por supuesto con las peculiaridades del grupo discriminado.

Tal ha sido el caso históricamente conocido de los gitanos y otros pueblos nómadas y de las grandes masas de emigrantes modernos que osan asentarse en entornos no sólo económicos sino sobre todo socialmente más estratificados.

En este punto tendríamos que recordar, que por ejemplo las manifestaciones evidentes de racismo anteriores a 1959 no eran, -por citar un ejemplo cercano- ni siquiera similares a las adoptadas en los estados del sur de los Estados Unidos, donde la segregación racial era legal; ni mucho menos parecidas a las del sistema adoptado en Sudáfrica. De tal manera que las prácticas racistas en nuestra patria, eran a todas luces, prácticas fuera de la ley, encubiertas en muchos casos tras vericuetos legales como la constitución de asociaciones elitistas que permitían actas de fundaciones que tuvieran en cuenta el color de la piel.

Sin embargo, nuestro problema actual, aunque con orígenes remotos, depende mucho más de las circunstancias contemporáneas que de la memoria social del devenir histórico.

La tendencia de la población isleña a encontrar una salida a su trágica situación por la vía de la huída del territorio nacional, -que de una manera u otra hemos cristalizado todos los que hoy día nos encontramos en el exilio-, ha hecho aparecer una nueva tendencia; el rastreo de cualquier vínculo ancestral que permita la vinculación personal a familiares o antepasados ajenos a nuestra actual configuración étnica. Es el nuevo mestizaje, la nueva forma de escapar del barracón.

Nos percatamos entonces de la aparición de verdaderas patologías sociales; la Etnofobia Intra étnica y su contraria la Xenofilia Interétnica, ambas expresiones bien reales del profundo proceso de deformación sociopática de la población cubana y que pretendemos alertar desde estas páginas.